A Julio Grondona lo conocí profundamente en dos facetas: la dirigencial y la personal. Sobre la primera de ellas, siempre generó opiniones dispares, aunque yo tengo un juicio formado. Antes de su llegada la AFA era un desastre y él, en 35 años, la convirtió en una entidad poderosa como es en la actualidad. Lo conocí, allá por el 76, cuando él acababa de ganar las elecciones en Independiente y el “rojo” vino a jugar acá. Y la gran amistad arranca con el pase de Villa (enero del ‘77), que se frustra por una cosa rara en Atlético que siempre la dije públicamente. La propuesta de Independiente era superior a la de Racing, pero él terminó en la “academia”. Desde entonces, nuestro vínculo se hizo cada vez más estrecho, más aún cuando Julio asume como titular de la AFA. Siempre me abrió las puertas de su despacho y atendió mis llamadas a su propio teléfono celular. Digo que, más allá de las equivocaciones que haya cometido, fue un dirigente tremendamente ejecutivo que sin saber hablar inglés, portugués, francés o alemán, llegó a la vicepresidencia de FIFA y eso pinta la dimensión que alcanzó su figura.
Una enorme capacidad ejecutiva
Por Oscar Hugo Mejail, fue representante de Independiente.